viernes, 21 de noviembre de 2014




Profesor


Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta. 
-¿Dios creó todo lo que existe? 

Un estudiante contestó valiente: 
-Sí, lo hizo. 
-¿Dios creó todo? 
-Sí señor, -respondió el joven.
 

El profesor contestó, 
-Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo. 

El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe cristiana era un mito. Otro estudiante levantó su mano y dijo: 
-¿Puedo hacer una pregunta, profesor?. 
-Por supuesto, -respondió el profesor. 

El joven se puso de pie y preguntó: 
-¿Profesor, existe el frío?, 
-¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?. 

El muchacho respondió: 
-De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. “Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor”. Y, ¿existe la oscuridad? -continuó el estudiante. 

El profesor respondió: 
-Por supuesto. 

El estudiante contestó: 
-Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente. 
Finalmente, el joven preguntó al profesor: 
-Señor, ¿existe el mal?. 

El profesor respondió: 
-Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal. 

A lo que el estudiante respondió: 
-El mal no existe, señor, o al menos no existe por si mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz. 

Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado.


El nombre del joven era Albert Einstein. 

Texto para ORAR en Semana 34 del Tiempo Ordinario
Ciclo “A” 2014


Cristo Rey: La Misericordia es la Ruta Hacia la Salvación

 [Del domingo 23 al sábado 29 de noviembre]

En la última semana del Tiempo Ordinario celebramos a “Cristo Rey”, y la Liturgia ha reservado para esta semana la parábola de Juicio a las Naciones con el propósito de invitarnos a reflexionar que la misericordia es la clave del discernimiento práctico y concreto que nos pone en la ruta hacia la plenitud humana y hacia la salvación.
El Evangelio de Mateo (25, 31-46) nos sorprende con una parábola que rebasa el concepto de parábola, convirtiéndose en una auténtica regla para discernir nuestra capacidad de amar y servir.
El discernimiento nos coloca en sintonía con Dios y nos ayuda a descubrir lo que Él quiere en nuestras vidas. El discernimiento es como el olfato fino que permite distinguir lo que es conveniente cambiar de lo que es necesario mantener o profundizar. Con el discernimiento conocemos las sutilezas de los componentes de la vida.
Para Jesús y también para toda persona sensata, está claro que la mayor precariedad a la que puede estar sometida una persona es el hambre, la sed, la intemperie, la desnudez, la enfermedad y la prisión. Más aún, esta séxtuple precariedad puede multiplicarse, puesto que cada una de ellas tiene modalidades muy sutiles y, por eso mismo, mucho más destructivas. Tan sólo imaginemos que al hambre de alimentos se le añada el hambre de afecto, de ternura, de valoración, de verdad, etc.
¿Cómo va a sorprendernos que Jesús presente la Compasión como el criterio que decidirá la calidad y profundidad de nuestras vidas, y como la condición para nuestra identificación con Él? ¿Cómo va a extrañarnos que Jesús se presente identificado con todos los pobres y desdichados del mundo?
Este Evangelio no sólo se refiere al final de los tiempos, sino al aquí y ahora de nuestra existencia, que es donde se decide nuestro futuro último. Por ello invita a ser misericordiosos, a que convirtamos la misericordia en nuestra pauta de acción. En nuestra matriz de actuación.
La misericordia delata el nivel y la calidad de nuestra verdad. Nadie podrá excusarse de practicar la misericordia, ni podrá pensar que no le toca algo de esta regla del amor eficaz que abre las puertas de la plenitud humana y a la salvación.
Que el Rey de la Misericordia nos diga a todos “vengan, benditos de mi Padre y tomen posesión del Reino preparado desde la creación del mundo", porque dimos de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedaje al forastero, vestimos al desnudo, y atendimos al enfermo.


Momento Preparatorio: LEO EL EVANGELIO

EVANGELIO DE MATEO (25, 31-46)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos los ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante Él todas las naciones, y Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas y las cabras, y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme.
Y los justos le contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te fuimos a ver? Y el rey les dirá: Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron.
Entonces dirá también a los de su izquierda: Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron.
Y también éstos contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, o enfermo o encarcelado y no te asistimos? Y él les replicará: Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con alguno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna. Palabra de Dios.

1er  Momento: A LO QUE VENGO

Inicio mi encuentro con el Señor escogiendo un sitio apropiado para mi oración.
Al llegar al sitio, en forma breve y sencilla considero la calidad de la mirada de Dios Nuestro Señor sobre mí.

Y me digo a mí mismo:

¿A QUÉ VENGO?

Vengo a disponerme para practicar la misericordia.

[ Al final, rezo el Padrenuestro, saboreando cada palabra ]

2do  Momento: PACIFICACIÓN

·         Ya sea sentado, paseando, acostado o reposado; tanto en casa, como en el parque o la Iglesia me sereno para que esta cita con Dios tenga lugar.
·         Me acomodo con una posición que me ayude a concentrarme-descentrarme-centrarme, implicando todo mi ser.
·         Al ritmo de la respiración, doy lugar al silencio. 
[Una y otra vez repito este ejercicio].


3er  Momento: ORACIÓN PREPARATORIA

[NOTA: La oración preparatoria siguiente me ayuda a experimentar libertad de apegos. La repito tantas veces como quiera, dejando que resuene en mi mente y en mi corazón]

Señor, que todas mis intenciones, acciones y procesos interiores,
estén totalmente ordenados a cumplir tu voluntad.

4to  Momento: COMPOSICIÓN DEL LUGAR

[ NOTA: Este paso es muy especial y merece realizarse con esmero. Le dedico unos 10 minutos]
1°) Centro mi pensamiento en el contenido de la Oración.
2°) Con la imaginación revivo lo que relata el pasaje bíblico, sin perder detalle.
3°) Me ubico en la escena como si presente me hallara.
4°) Dejo que la Palabra irradie su luz sobre mí.

5to  Momento: PETICIÓN

[En forma sencilla formulo mi petición. Dejo que mi petición salga de dentro. Que nazca de lo más hondo de mi vida]

Señor, que nunca me falte libertad y generosidad para actuar con misericordia.

(Si me ayuda, puedo decir varias veces la petición)

6to  Momento: CONTENIDO o MATERIA DE LA ORACIÓN

6.1) Reflexiono lo que BLOQUEA mi Ruta hacia la Salvación
] A quien esté bloqueado en su dureza, girando sobre sus mismos conceptos y criterios, Jesús le dirá: sal de ti y atrévete a romper tus falsas seguridades, de tal modo que tu relación aporte algo nuevo, ya sea alegría, compañía, comida, cobijo, etc.

6.2) Reflexiono lo que DISPERSA mi Ruta a la Salvación
] A quien esté muy concentrado en sus múltiples ocupaciones, Jesús le dirá: nunca pierdas la ocasión de dar una mano a quien la necesita, porque cada persona con la que te topas a diario y especialmente si es pobre, es condición indispensable para tu felicidad y para tu salvación.

6.3) Reflexiono lo que SUSTENTA mi Ruta a la Salvación
] A quien esté atento a las cosas de Dios, también le dirá Jesús: no te canses ni desistas de tu amor y de tu servicio. Incluso, si se te hace difícil o se cierran las puertas, inventa siempre el modo de “en todo amar y servir”.


7mo  Momento: COLOQUIO

[NOTA: El coloquio es un diálogo que se hace hablando como un amigo habla a otro, ya sea para pedir alguna gracia, ya sea reconociendo la fragilidad o el pecado, o para comunicar sus cosas, y queriendo consejo en ellas.]
(El texto sugerido puede ser útil para el COLOQUIO).

Encuentro

Un pobre forastero vi por mi camino al pasar. Su ruego con tanto afán, no lo puede rechazar. Su nombre, también su origen, no tuve que preguntar. Tan sólo con su mirada nada más tuve que amar.
El pan, escaso para mí, comía cuando él llegó. Los dos comimos de ese pan, que en manjar se convirtió. El agua del manantial, burlar su sed pareció. Yo di mi agua, y con ella me di yo. Y mi sed, también mi pena, al fin desapareció.
Al forastero vi ante mí. Su identidad reveló. En sus marcas y sus manos reconocí al Salvador. Me dijo: “Te recordaré”. Por mi nombre me llamó. “A tu prójimo ayudaste y así serviste a tu Señor”.
(Cf. James Montgomery, 1771-1854)


8vo  Momento: EXAMEN DE LA ORACIÓN

Nota: Las siguientes interrogantes ayudan a centrar la experiencia vivida en la Oración.
1°)   ¿Qué pasó en mí durante esta Oración?
2°)   ¿A través de cuáles señales me habló Dios?
3°)   ¿Qué me distrajo en la Oración?
4°)   ¿Qué me produjo desaliento o desconfianza en la Oración?
5°)   ¿Qué se quedó grabado en mí?
6°)   ¿Qué quiero cambiar en mi vida?

Termino la Oración con la Siguiente Ofrenda
Toma, Señor, y recibe, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a ti, Señor lo devuelvo.
Todo es tuyo. Dispón de mí según tu voluntad.
Dame tu amor y gracia que ésta me basta. Amén
Centro de Espiritualidad y Pastoral

Aportes para la HOMILÍA del domingo 19 de Noviembre de 2014
Domingo 34 del Tiempo Ordinario – Ciclo “A”





Cristo Rey – Señor de la Misericordia: La Ruta Hacia la Salvación

[Mateo 25, 31-46]

En la última semana del Tiempo Ordinario celebramos a “Cristo Rey”, y la Liturgia ha reservado para esta semana la parábola de Juicio a las Naciones con el propósito de invitarnos a reflexionar que la misericordia es la clave del discernimiento práctico y concreto que nos pone en la ruta hacia la plenitud humana y hacia la salvación.
El Evangelio de Mateo (25, 31-46) nos sorprende con una parábola que rebasa el concepto de parábola, convirtiéndose en una auténtica regla para discernir nuestra capacidad de amar y servir.
El discernimiento nos coloca en sintonía con Dios y nos ayuda a descubrir lo que Él quiere en nuestras vidas. El discernimiento es como el olfato fino que permite distinguir lo que es conveniente cambiar de lo que es necesario mantener o profundizar. Con el discernimiento conocemos las sutilezas de los componentes de la vida.
Para Jesús y también para toda persona sensata, está claro que la mayor precariedad a la que puede estar sometida una persona es el hambre, la sed, la intemperie, la desnudez, la enfermedad y la prisión. Más aún, esta séxtuple precariedad puede multiplicarse, puesto que cada una de ellas tiene modalidades muy sutiles y, por eso mismo, mucho más destructivas. Tan sólo imaginemos que al hambre de alimentos se le añada el hambre de afecto, de ternura, de valoración, de verdad, etc.
¿Cómo va a sorprendernos que Jesús presente la Compasión como el criterio que decidirá la calidad y profundidad de nuestras vidas, y como la condición para nuestra identificación con Él? ¿Cómo va a extrañarnos que Jesús se presente identificado con todos los pobres y desdichados del mundo?
Este Evangelio no sólo se refiere al final de los tiempos, sino al aquí y ahora de nuestra existencia, que es donde se decide nuestro futuro último. Por ello invita a ser misericordiosos, a que convirtamos la misericordia en nuestra pauta de acción. En nuestra matriz de actuación.
La misericordia delata el nivel y la calidad de nuestra verdad. Nadie podrá excusarse de practicar la misericordia, ni podrá pensar que no le toca algo de esta regla del amor eficaz que abre las puertas de la plenitud humana y a la salvación.
Que el Rey de la Misericordia nos diga a todos “vengan, benditos de mi Padre y tomen posesión del Reino preparado desde la creación del mundo", porque dimos de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedaje al forastero, vestimos al desnudo, y atendimos al enfermo.




Podemos terminar con el texto siguiente


Encuentro

Un pobre forastero vi por mi camino al pasar. Su ruego con tanto afán, no lo puede rechazar. Su nombre, también su origen, no tuve que preguntar. Tan sólo con su mirada nada más tuve que amar.
El pan, escaso para mí, comía cuando él llegó. Los dos comimos de ese pan, que en manjar se convirtió. El agua del manantial, burlar su sed pareció. Yo di mi agua, y con ella me di yo. Y mi sed, también mi pena, al fin desapareció.
Al forastero vi ante mí. Su identidad reveló. En sus marcas y sus manos reconocí al Salvador. Me dijo: “Te recordaré”. Por mi nombre me llamó. “A tu prójimo ayudaste y así serviste a tu Señor”.

(Cf. James Montgomery, 1771-1854)

viernes, 14 de noviembre de 2014




Aportes para la HOMILÍA del domingo 16 de Noviembre de 2014
Domingo 33 del Tiempo Ordinario – Ciclo “A”


Multiplicar Talentos para Participar sin Miedo en la Alegría de Dios

[Mateo 25, 14-30]

Estamos ya en la Semana 33 del Tiempo Ordinario, muy próximos al Adviento, y la Liturgia nos invita, con la parábola de los talentos, a profundizar nuestra capacidad de multiplicar el don de Dios.
El Evangelio (Mt, 25,14-30) comienza diciendo que el Reino de los Cielos se parece a un hombre que iba de viaje a tierras lejanas y que antes de partir llamó a los de su confianza para encargarle sus bienes. Y sorprende este comienzo evangélico, porque Jesús está comparando la actuación del señor de aquellos bienes con la actuación del Señor del Reino de los Cielos. Con lo que nos revela a un Dios que se fía de las personas. Un Dios que sin ningún miramiento se ha arriesgado y se sigue arriesgando a entregarnos lo que es suyo.
A cada uno se le entregó una cantidad de talentos. Y casi no tendría importancia la cantidad, sino fuera por el planteamiento de que los talentos se entregaron a cada cual según su capacidad. De ahí que no podemos pasar por alto lo que significa talento, más aún cuando Jesús le da tanta importancia para la relación con Dios.
La palabra talento tiene un doble significado: 1°) El cuantitativo, que se refiere al valor monetario. Ya en la época de Cristo un talento equivalía a unos 21,600 Kg. de plata, y eso era (y es hoy) mucho dinero. 2°) El cualitativo, que habla del talento como el potencial que puede tener una persona en el desarrollo de un conjunto de habilidades/competencias. Por eso es muy importante que cada uno discierna los talentos que tiene y los que no, para que acierte en su productividad.
Los tres amigos del señor de los talentos tenían la encomienda de responsabilizarse de los talentos recibidos. Dos de ellos los multiplicaron, incluso consiguieron duplicarlos. El tercero de ellos, el que tenía un solo talento, se paralizó por el miedo a su señor y escondió el talento. Una actitud que puede estar latente en nosotros: ¿Tenemos miedo al Señor de la Vida? ¿Nuestros talentos están afectados por la conformidad, o las ataduras del pasado, o por la falsa prudencia?
Con esta preciosa parábola nos invita Jesús a cultivar la capacidad de riesgo y de audacia para multiplicar de modo creativo los dones que Dios nos da. Porque de la multiplicación y uso fecundo de nuestros talentos depende realmente que se consolide nuestra cooperación con Dios, y también depende la realización personal y solidaria a la que estamos llamados.
Los talentos de los que habla el Evangelio son los dones personales, pero no sólo para el provecho individual. Por suerte la parábola nos ayuda a vencer esta tentación cuando felicita tanto al de 5 como al de 2 talentos, diciéndoles: siervo bueno y fiel, puesto que has sido fiel en lo poco, te confiaré mucho más; entra a tomar parte en la alegría de tu señor. Y es así, porque todo logro es un logro compartido. Es fruto del don propio, pero un logro alcanzado con la intervención de otros.
Es el mismo Dios quien toma la iniciativa de invitarnos a formar parte de su alegría, celebrando junto a Él como sus amigos, al haber producido sobre la base de lo que Él mismo nos ha dado: sus talentos. Dios quiere una fiesta y una alegría de corresponsables. De hombres y mujeres que se responsabilizan de lo que pasa en el mundo y de lo que suceda a las personas. Y eso es justamente lo que nos hace copartícipes del Reino.



Podemos terminar con el texto siguiente


Talentos

Hombre que tienes talento, dime, ¿dónde lo compraste? El mundo te reconoce imaginación brillante. Pero, ¿cómo has adquirido, ese don tan admirable?
Tal vez cultivas las ciencias y aun descubrimientos haces. Pero, ¿cómo has poseído esa aptitud envidiable?
Por ventura te consagras al cultivo de las artes, y alcanzas preciados lauros en concurridos certámenes.
Más, ¿elegiste tú mismo, porque estuviese a tu alcance, esa facultad preciosa que el mundo admirado aplaude?
Nada debes a ti mismo: cuanto tienes, cuanto vales. A tu espíritu ha venido de un modo que nadie sabe.
Mas de quien viene sabemos: del que es de las luces Padre: autor de las buenas dádivas, que como quiere reparte. Si todo lo has recibido, de nada debes gloriarte.