Centro de Espiritualidad y Pastoral
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Aportes para
la HOMILÍA del domingo 19 de Noviembre de 2014
Domingo 34 del Tiempo Ordinario – Ciclo “A”
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Cristo Rey – Señor de la Misericordia: La Ruta Hacia la
Salvación
[Mateo 25, 31-46]
En
la última semana del Tiempo Ordinario celebramos a “Cristo Rey”, y la Liturgia
ha reservado para esta semana la parábola de Juicio a las Naciones con el
propósito de invitarnos a reflexionar que la misericordia es la clave del
discernimiento práctico y concreto que nos pone en la ruta hacia la plenitud
humana y hacia la salvación.
El
Evangelio de Mateo (25, 31-46) nos sorprende con una parábola que rebasa el
concepto de parábola, convirtiéndose en una auténtica regla para
discernir nuestra capacidad de amar y servir.
El
discernimiento nos coloca en sintonía con Dios y nos ayuda a descubrir lo que
Él quiere en nuestras vidas. El discernimiento es como el olfato fino que permite distinguir lo que es
conveniente cambiar de lo que es necesario mantener o profundizar. Con el
discernimiento conocemos las sutilezas de los componentes de la vida.
Para Jesús y también para toda
persona sensata, está claro que la mayor precariedad a la que puede estar
sometida una persona es el hambre, la sed, la intemperie, la desnudez, la
enfermedad y la prisión. Más aún, esta séxtuple precariedad puede
multiplicarse, puesto que cada una de ellas tiene modalidades muy sutiles y,
por eso mismo, mucho más destructivas. Tan sólo imaginemos que al hambre de
alimentos se le añada el hambre de afecto, de ternura, de valoración, de
verdad, etc.
¿Cómo va a sorprendernos que
Jesús presente la Compasión como el criterio que decidirá la calidad y
profundidad de nuestras vidas, y como la condición para nuestra identificación
con Él? ¿Cómo va a extrañarnos que Jesús se presente identificado con todos los
pobres y desdichados del mundo?
Este
Evangelio no sólo se refiere al final de los tiempos, sino al aquí y ahora de
nuestra existencia, que es donde se decide nuestro futuro último. Por ello
invita a ser misericordiosos, a que convirtamos la misericordia en nuestra
pauta de acción. En nuestra matriz de actuación.
La
misericordia delata el nivel y la calidad de nuestra verdad. Nadie podrá
excusarse de practicar la misericordia, ni podrá pensar que no le toca algo de
esta regla del amor eficaz que abre las puertas de la plenitud humana y a la
salvación.
Que el Rey de la Misericordia nos diga a todos “vengan,
benditos de mi Padre y tomen posesión del Reino preparado desde la creación del
mundo", porque dimos de comer al hambriento, de beber al sediento,
hospedaje al forastero, vestimos al desnudo, y atendimos al enfermo.
Podemos
terminar con el texto siguiente
Encuentro
Un pobre forastero vi por mi camino al pasar. Su ruego con tanto
afán, no lo puede rechazar. Su nombre, también su origen, no tuve que
preguntar. Tan sólo con su mirada nada más tuve que amar.
El pan, escaso para mí, comía cuando él llegó. Los dos comimos de
ese pan, que en manjar se convirtió. El agua del manantial, burlar su sed
pareció. Yo di mi agua, y con ella me di yo. Y mi sed, también mi pena, al fin
desapareció.
Al forastero vi ante mí. Su identidad reveló. En sus marcas y sus
manos reconocí al Salvador. Me dijo: “Te recordaré”. Por mi nombre me llamó. “A
tu prójimo ayudaste y así serviste a tu Señor”.
(Cf. James
Montgomery, 1771-1854)
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